viernes, 24 de julio de 2015

Juego de tronos / La presencia de Jon Nieve en el rodaje desata rumores

Kit Harington como Jon Snow

‘Juego de tronos’

La presencia de Jon Nieve 

en el rodaje desata rumores

AVISO IMPORTANTE: Esta noticia contiene 'spoilers' sobre la quinta temporada

El actor que interpreta al personaje aterriza en Belfast donde se graba la sexta temporada


    Los actores Ben Crompton y Kit Harington en una calle en Belfast. / @LORDSNOW
    ¡Silencio! Se rueda la sexta temporada de Juego de Tronos. Y —mientras que el rodaje no aterrice en España— todas las miradas están puestas en Belfast, donde los actores han comenzado a ser fotografiados antes de asistir a las primeras lecturas del guion. Daenerys (Emilia Clarke), Arya (Maisie Williams) y Sansa (Sophie Turner) ya han compartido sus aventuras por las redes sociales, pero no es ninguna de ellas las que atraen todas las miradas, sino un joven con el pelo largo al que los seguidores se niegan a dejar marchar. Tras dejarse ver en el torneo de Wimbledon, Kit Harrington, supuestamente fuera de la serie, está en Irlanda del Norte, y su pelo, que los fans han convertido en un personaje más en la saga, sigue siendo igual de largo que el del malogrado Jon Nieve (o Jon Snow).
    A ritmo del hashtag #HairWatch, el pelo largo del actor se ha convertido en uno de los temas más comentado por los seguidores de la serie, una supuesta ventana a los spoilers que vendrán. Y es que, pese a la insistencia de los creadores y del actor sobre la definitiva muerte a puñaladas del comandante de la Guardia de la noche, la última escena del personaje no dejaba del todo claro que Snow hubiera perecido, así que los espectadores comenzaron a forjar sus propias teorías. En el quinto libro, Danza de dragones, además, la escena –menos clara incluso- no ha tenido todavía continuación, dando a entender que su mente al menos había sido transportada a la de su lobo huargo Fantasma (concepto de cambiapieles que en televisión, sin embargo, no ha sido demasiado desarrollado).

    jueves, 23 de julio de 2015

    Fernando Iwasaki / Español de gavilanes

    Español de gavilanes

    El repentino furor por el español en Croacia, Letonia o Ucrania es mérito exclusivo de las telenovelas latinoamericanas, que arrasan en los horarios de máxima audiencia



    ¿Por qué se estudia el español en países como Ucrania, Eslovenia o Macedonia? ¿Quizá porque los libros de Cervantes, Borges o García Márquez todavía levantan pasiones por Armenia, Lituania o Bosnia-Herzegovina? ¿Acaso los rusos, moldavos o húngaros requiebran al personal con versos de Bécquer, Neruda o Sabines cuando están enamorados? Pues no, la literatura en español ya no es lo que era si se trata de atraer alumnos hacia los departamentos de estudios hispánicos de las universidades checas, polacas o letonas. ¿Será que armenios, estonios y azerbaiyanos han llegado a nuestro idioma gracias al ceviche, la enchilada, el salmorejo u otras delicadezas de las sofisticadas gastronomías hispánicas? Tampoco. ¿Y si el vistoso fútbol de España, Uruguay o Argentina ha popularizado voces como “garra”, “bicicleta” o “tiqui-taca” en Serbia, Grecia o Eslovaquia? Nanay, porque la “chilena” es skarice en serbio, psalidaki en griego ynožničky en eslovaco, que en los tres casos se traduce como “tijera”. No. El repentino furor por el español en aquellos remotos parajes de Europa es mérito exclusivo de las telenovelas latinoamericanas, que arrasan en los horarios de máxima audiencia a pesar de estar subtituladas. En realidad, si los culebrones no conservaran sus originales versiones colombianas, argentinas, venezolanas y mexicanas, sin duda habría menos alumnas de español.
    He escrito “alumnas” con todas las consecuencias, porque en la Universidad de Zagreb descubrí que por cada 60 muchachas tan sólo había un alumno varón en un departamento de casi 300 estudiantes. “¿Por qué te interesó el español?”, le pregunté a Dominik Rajacic, que bendito parecía entre todas las mujeres: “Porque mi mamá y yo vimos RubíAcorralada y Mariana de noche”, me respondió rotundo. Algo parecido le sucedió a Ana Krce Ivančić, de Dubrovnik, cuya fascinación por el español nació mientras disfrutaba los capítulos deEsmeraldaRebelde y, sobre todo, Pasión de gavilanes, el auténtico huracán hispano que removió los cimientos de Croacia y convirtió a sus habitantes en eslavos de nuestras obsesiones. Gordana Matic, profesora titular de la Universidad de Zagreb y una de las animadoras del Festival of the European Short Story de Zagreb, reconoce que el hispanismo croata se mantiene gracias al hechizo de las telenovelas, pues “nuestras alumnas llegan abducidas por Gata salvaje o Sos mi vida, y en nuestra Facultad descubren a Leopoldo Marechal, Juan José Arreola o Augusto Monterroso”. Gordana Matic también me admite que se raspó todos los episodios de Kassandra, el culebrón más seguido por todo el planeta (128 países) y que durante la guerra de los Balcanes propiciaba treguas tácitas e informales porque nadie quería perderse las malandanzas de aquella indomable gitana enamorada de un pituco relamido.
    Los hispanistas de principios del siglo XX llegaron a nuestra lengua a través de Cervantes, Quevedo, Lope, Juan de la Cruz y los autores del Siglo de Oro; mientras que Borges, García Márquez, Cortázar,Vargas Llosa y los escritores del boom fueron quienes remozaron la hueste del hispanismo durante el último tercio del siglo XX. ¿Quién nos habría dicho que los hispanistas del siglo XXI descubrirían la pólvora de nuestro idioma por medio de TopacioCristal y Betty la fea? La verdad es que en Croacia ni siquiera hace falta saber castellano para caer embrujado en las redes del español, pues Katarina Crnčić –asistente de coordinación del Zagreb Film Festival– me explicó en inglés que todos los croatas emplean palabras en nuestra lengua porque aprenden a usarlas en los contextos precisos gracias a los culebrones. Como no me lo pude creer, le pedí que me pusiera un ejemplo, y entonces Katarina me miró gavilanamente mientras me espetó con un vago acento paisa: “¡Déjame!”.



    martes, 14 de julio de 2015

    Rebecca van Cleave / Doble de cuerpo de Cersei Lannister en Juego de tronos




    Rebecca van Cleave
    DOBLE DE CUERPO DE CERSEI LANNISTER
    EN JUEGO DE TRONOS

    Barcelona. (Redacción).- Ser doble de cuerpo es un trabajo poco agradecido porque pocas veces se pasa al primer plano de la industria. Pero era cuestión de tiempo que se descubriera la identidad del cuerpo de Cersei Lannister después del final de temporada de Juego de tronos. Se trata de Rebecca Van Cleave, una modelo y actriz prácticamente desconocida (su currículo es escaso) que pasó el difícil proceso de cásting de la serie de HBO. Según la revista Entertainment weekly, fueron 1000 mujeres quienes optaron a sustituir el cuerpo de la actriz Lena Headey. ¿Su recompensa? Pasarse tres días desnuda en Dubrovnik, además del cheque por el esfuerzo.

    "Es una de las experiencias más aterradoras, maravillosas y gratificantes que pueda llegar a imaginar", confesó Van Cleave. Y es que el rodaje fue íntimo a pesar de lo brutal que resulta pasearse desnuda entre una horda de 500 extras cuyo trabajo era insultar y tirar comida al personaje de Juego de tronos. "La primera vez que me quité la ropa, había mucha anticipación. Pero es una experiencia tan emocional para Cersei, que casi olvidas el hecho que estás desnuda", explicó la actriz sobre su trabajo, que después vería cómo el departamento de efectos visuales cambiaba su cara por la de Headey.

    Headey, que rodaría la misma escena tapada por una ropa color carne, no se desmarcó de las escenas de su doble. "Lena fue muy buena andando a mi lado, guiándome entre los pensamientos de Cersei y los movimientos", confiesa la actriz británica, que también está intentando comenzar una carrera como cantante.

    Van Cleave, de hecho, es la primera fan de Headey, que prefirió centrarse en su interpretación y no tener que preocuparse por el físico durante la polémica y esperada escena de Juego de tronos. "Lena puso su corazón y su alma en esa escena. Debería hablarse del producto final, no sobre qué cuerpo y qué cabeza aparecen en la escena", defiende ante las críticas que consideran que Headey no se comprometió con un instante tan clave de Cersei Lannister.




    miércoles, 1 de julio de 2015

    Literatura televisada / Los showrunners


    Breaking Bad

    Literatura televisada

    Los 'showrunners', autores de series, se consolidan como escritores de una nueva forma literaria. Así hablan de su oficio



    Steve Buscemi, estrella de la serie 'Boardwalk Empire', en una escena de la quinta temporada.
    Carlton Cuse, el creador junto a Damon Lindelof de Perdidostodavía recuerda su paso por Madrid para dar una clase magistral. "Se me acercó un alumno y me contó que se había encerrado con una bolsa demaría y toda la seriey así la vio completa. Había sido otra lectura", dice riéndose al comentar esa otra experiencia. Lo de menos en esta anécdota jocosa es la marihuana, el productor ejecutivo y guionista se refiere a esta historia para hablar de "la experiencia" en la que se ha convertido el medio televisivo: "Vivimos en una era en la que las series tienen una vida que no tenían antes. Ha habido una evolución en el medio, se consume de otro modo, como una historia completa, y a tu propio ritmo. Por eso creo que las series son los nuevos libros, una nueva forma de literatura", dice para resumir un sentimiento que baña la llamada edad de oro de la televisión.
     Esta misma idea de la nueva literatura televisada la comparten tanto el público como la crítica, pero sobre todo los autores, los creadores o showrunners, término por el que se les conoce en inglés y que engloba el trabajo como escritor, productor y en algunos casos hasta como director. "Es el mejor trabajo: aúna las labores de producción, con el manejo de toda la serie, pero ante todo está la escritura", detalla Lindelof, pareja creativa de Cuse en Perdidos. "Disfrutamos de un modelo que nos permite hacer lo que hasta ahora las novelas han hecho a la perfección: contar historias largas, con personajes sólidos, y un arco dramático cambiante, algo que Dickens hacía muy bien. Este es un estilo al que hemos vuelto", explica Elwood Reid, showrunner de la serie The Bridge.
    El punto de inflexión en la transformación que ha experimentado la llamada caja tonta hasta convertirse en una nueva literatura llegó hace diez o quince años. No hay una fecha exacta, pero sí un nombre: el de David Chase y su drama televisivo, Los Soprano. Antes hubo series que hicieron historia, como Canción triste de Hill Street o Twin Peaks. Y a principios de los noventa también destacaron nombres como el de J. J. Abrams o el de Joss Whedoncon series como Alias o Buffy cazavampiros. PeroLos Soprano, además de marcar el comienzo de la edad de oro, cambió la forma de narrar, acercándose más a lo que conocemos como literatura. "No hay duda de que, tanto en el desarrollo de los personajes como en el de las historias, la televisión de la última década está muy por encima de lo que puedes ver en cine", constata Nic Pizzolatto, novelista y autor de True detective. No es el suyo el único caso de novelista-guionista: Dennis Lehane, uno de los grandes de la literatura negra, es además productor y guionista de Boardwalk Empire. Como dice Jodie Foster, la actriz que ha dirigido algunos episodios de House of Cards y Orange is the new black, la televisión actual es un nuevo universo especialmente atractivo porque en él es la historia lo que cuenta. “Ann Biderman es ante todo y sobre todo una escritora”, subraya el actor Liev Schreiber sobre la creadora de Ray Donovan, otra de las series que ha destacado por el inteligente uso de las palabras.
    Algo en lo que coinciden todos los showrunners —ya sea Michelle Ashford, creadora de Masters of sex; Ronald D. Moore, al frente de Outlander, o Matthew Weiner, autor de Mad Men— es en que se describen como escritores. Son un grupo de autores unidos por un uso particular de las palabras, que expresan a través de imágenes, y para quienes la regla de oro es "seguir lo que está escrito", no separarse del guion. "Yo te llegaría a decir que la televisión es el mejor teatro que se puede ver en la actualidad", añade otro de los creadores entrevistados por Babelia, el reverenciado Aaron Sorkin, guionista y dramaturgo además de showrunner de series como The Newsroom o El ala oeste de la Casa Blanca.
    El espacio donde afloran las diferencias es en el proceso creativo. Por ejemplo, para Sorkin lo fundamental es el ritmo, el diálogo. Se considera un pésimo narrador, pero sus diálogos fluyen como si fueran música. Y, como buen escritor, le gusta trabajar a solas. Lo mismo les ocurre a otros autores como Pizzolatto con su True Detective o a Julian Fellowes y Downton Abbey. Dicen que lo que más aprecian de su trabajo es poder disfrutar de la soledad del escritor. Un caso notable fue el de Reid, quien no disimuló ante la prensa su alegría tras la marcha de Meredith Stiehm, cocreadora deThe Bridge: “Finalmente estoy escribiendo la serie que quería escribir”, declaró entonces.
    Todos vienen del campo de la literatura y esto puede explicar su búsqueda de la soledad, pero es algo excepcional entre los showrunners. La mayoría de los creadores aprecia el trabajo en grupo. "Lo mío es la colaboración. En la actualidad con Tom Perrottay, por lo general, en una habitación llena de escritores. Las ideas son mejores si vienen de cinco o seis mentes", dice Lindelof, en cuya última serie, The Leftovers, ha unido su destino profesional al del novelista de Juegos secretos. Para Lindelof, la vida de un novelista es "una existencia muy solitaria". Para Cuse, "un dolor de muelas". Otros, como el matrimonio King —Robert y Michelle—, ni se plantean lo de encerrarse a escribir a solas: trabajan al alimón en el drama The good wife y se llevan la historia a casa, compartiéndola incluso con su hija durante las cenas familiares. Lo mismo ocurre con David Crane y su pareja, Jeffrey Klarik, autores de Episodes. "El proceso de creación es constante, en el coche, en la cocina… ¿Qué pasaría si…? Un infierno lleno de amor", dice Crane, que también estuvo detrás de la serie Friends.
    Los Soprano, además de marcar el comienzo de la edad de oro, cambió la forma de narrar, acercándose más a lo que conocemos como literatura.
    El llamado Writer’s Room o sala de guionistas es el centro de la creatividad para todos ellos. "El resto de la producción es el mal necesario", agrega Ashford. Lo importante son esas páginas que salen de la sala. Una habitación en la que, a juzgar por algunas de las descripciones, lo que ocurre es más parecido al baño de sangre de Juego de tronos que a un intercambio de ideas. Hay autores que dividen el trabajo por capítulos, según quién esté disponible. Otros —como los King— se fijan más en la temática, para dar con el experto en la materia. Ashford reescribe el texto una vez recibe el trabajo de los que están con ella en esa habitación. Weiner va a la defensiva cuando toca descuartizar el episodio que él ha escrito, pero acepta correcciones (aunque no siempre las siga). "Al final es tu nombre el que representa la serie", explica la autora de Masters of sex, contenta con esta continua colaboración, pero consciente de que escribir una serie no es algo que se ajuste a los mismos parámetros de un régimen democrático. "Lo ideal es alcanzar ese punto en el que todos pensamos como si fuéramos una sola mente", detalla Biderman.
    Donde más se ve la mano del autor, donde su trabajo es más comparable al de un novelista, es en el piloto y en el final. La mayor parte de las veces ese primer episodio se escribe en solitario o llega muy perfilado a la sala de guionistas para encontrar allí más palabras, más diálogos. Los finales también suelen quedar reservados al autor. Hay quien jura y perjura conocer el final de la historia desde que esta arranca. "Ann es una visionaria", dijo el veterano intérprete Jon Voight sobre la creadora de Ray Donovan, quien, pese al férreo control que ejercía sobre su obra, ha aceptado "accidentes felices" como las improvisaciones del actor en el set. Pero saber adónde van con su obra no elimina la angustia del final. Así lo recuerda Vince Gilligan, autor de Breaking Bad, quien, pese a las buenas críticas recibidas por el final de su serie, vivió su puesta en página, primero, y luego en pantalla como una verdadera pesadilla, con una voz en su cabeza que le decía que no iba a ser lo suficientemente bueno.
    Son un grupo de autores unidos por un uso particular de las palabras, que expresan a través de imágenes
    En el caso de Cuse y Lindelof la voz fue real, la de los seguidores de Perdidos desencantados con un finalque para sus creadores fue una "catarsis" que recibieron con lágrimas en los ojos. "Lo que también ha cambiado en la televisión es ese contacto más directo con tus seguidores", explica Lindelof, sabedor de que los escritores de series han perdido el anonimato en el que se movían. Ahora los showrunners son las nuevas estrellas. "Sabes que detrás de Breaking Bad está Vince Gilligan, y detrás de Los Soprano, David Chase. Hay un verdadero sentimiento de autor", añade. Un autor que nunca se puede permitir el temor a la página en blanco. No hay tiempo. Y que, curiosamente, a pesar de hablar todo el tiempo de la nueva literatura, apenas menciona un libro como fuente de inspiración. El cine europeo de Antonioni o Fellini es el referente de Cuse. E Ingmar Bergman, el de Ann Biderman, a pesar de que su madre era íntima de Allen Ginsberg y ella formó parte de la escena artística del hotel Chelsea. Cabe convenir con Reid en que al final la televisión hoy es el centro de una conversación "como la que antes manteníamos sobre libros y cine".